[…] Para sembrar el mahiz tienen los indios esta orden. Naçe el mahiz en unas cañas que echan unas espigas ó mazorcas de un xeme luengas, y mayores y menores, y gruesas, como la muñeca del braço ó menos, y llenas de granos gruesos como garbanzos (pero no tanto) […]
Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias (1991). Selección, Ed. Bruño, Libro VII, Capítulo I. P. 107.
El maíz, sustento material y cultural de las civilizaciones Mesoamericanas y Andinas, fue creado a partir de la domesticación de especies de la planta silvestre teocintle. Este proceso, que tomó milenios para producir plantas de crecimiento eficiente y buena adaptabilidad a las diferentes condiciones geográficas, permitió que el maíz se convirtiera en la base de la alimentación de los pueblos prehispánicos (Fournier García 1998; Staller 2006). Lo anterior, sumado a su capacidad de transformación en alimentos y preparaciones a través de procesos simples de fermentación y nixtamalización, hicieron del maíz un recurso fundamental para la soberanía alimentaria de las comunidades y en símbolo de las relaciones sociales en la vida cotidiana y ritual del continente.
En «La resta de las partes», el artista Carlos Castro (Bogotá, 1976) toma el fruto de la planta del maíz como punto de partida de una crónica plástica. Esta búsqueda, que es también un regreso a las preguntas estéticas que iniciaron su cuerpo de trabajo, le llevan a plantear conexiones entre la tierra, sus productos y la dimensión simbólica que atraviesa el capital. El valor del trabajo humano, por ejemplo, está en el verde maizal que abre el camino a la exposición y en el muro inca hecho de costales de carga; se encuentra en la pintura acolchada hecha de uniformes donde la plusvalía se mantiene; y en el tiempo en que tomaron hombres y mujeres para unir las miles de cuentas, billetes y granos de maíz que crearon los papeles moneda devaluados y monedas metálicas fuera de circulación que están en la muestra. Estas obras, cuyo valor reside solo en la capacidad evocativa de su imagen, representan el sueño de un país de flora exuberante y alta cultura, esa utopía tan latinoamericana. Aquí, Castro nos recuerda que fue la conquista española quien nos trajo una moneda, y con ella, un medio de intercambio que se impuso sobre las formas indígenas del dinero -producto de la fuerza de trabajo, como semillas y textiles- con las cuales era posible subsistir, pero que luego sostuvieron esa forma de explotación que fue la cobranza de tributos y diezmos.
En el centro de la sala, una pirámide escalonada sostiene una instalación de pequeñas pinturas/ memes, frutos antropomorfos y artefactos reflectivos. Las mazorcas y crispetas están hechas de dientes humanos que contienen la energía de un colectivo -con problemas dentales- cuyos desechos biológicos se han vuelto deseables. Las esculturas no ocultan la violencia de la extracción que las precede ni el narcisismo del reflejo dorado que las cubre. Hay una reflexión sobre la violencia colonial presente en los símbolos y monumentos de la narrativa eurocentrista, y por esta razón, dispersos sobre el piso o colgando de las paredes, aparecen trozos mutilados de conquistadores, monarcas y explotadores que son invadidos, en un gesto decolonial, por el pensamiento de los pueblos indígenas de la comunidad Inga, en el Valle del Sibundoy, Alto Putumayo. Su disposición no es casual, pues Castro ha tenido presente las condiciones de los indígenas desplazados en las ciudades, su invisibilidad, esa permanencia en el piso como si fuera resguardo. La desolación de la distribución desigual del capital y aquellos que la sufren.
Obras
Sin título (aborigen del monumento Los Héroes, Bogotá)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
21 x 15,5 cm | 8 1/4 x 6 1/8 in
2022
Sin título (señor de 83 años (según su cédula) que baila con una boa constrictor)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
28,5 x 12 cm | 11 1/4 x 4 3/4 in
2022
Sin título (organillero en la Avenida Juárez)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
21 x 15,5 cm | 8 1/4 x 6 1/8 in
2022
Sin título (bailarín amoroso solitario de Puente Aranda, Bogotá)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
21 x 15,5 cm | 8 1/4 x 6 1/8 in
2022
Sin título (malabarista con cuchillos en el semáforo de la Calle 116, Bogotá)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
29 x 22 cm | 11 3/8 x 8 5/8 in
2022
Sin título (cuida perros abandonados en la Carrera Séptima, Bogotá)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
27,5 x 24,5 cm | 10 7/8 x 9 5/8 in
2022
Sin título (bailarín con esqueletos de la Calle 100, Bogotá)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
21 x 31 cm | 8 1/4 x 12 1/4 in
2022
Sin título (Fidel Castro parapléjico de la Carrera Séptima, Bogotá)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
21 x 31 cm | 8 1/4 x 12 1/4 in
2022
Sin título, de la serie respirando por la herida
Acuarela sobre papel del siglo XIX
20 x 27 cm | 7 7/8 x 10 5/8 in
2022
Sin título
Ropa de trabajo usada, acrílico y óleo
140 x 205 x 7 cm | 55 1/8 x 80 3/4 x 2 3/4 in
Colombia
Dientes humanos enchapados en oro y tuza de maíz
Ø 9 x 25 cm | Ø 3 1/2 x 9 7/8 in
2023
Extracción y penetración
Tuzas de maíz y dientes humanos
Ø 5 x 33 cm | Ø 2 x 13 in
2023
Vandalismo artesanal
Resina, chaquiras y pigmento
35 x 35 x 40 cm | 13 3/4 x 13 3/4 x 15 3/4 in
2023
Sticking deep inside
Bronce, chaquiras y pigmento
20 x 64 x 20 cm | 7 7/8 x 25 1/4 x 7 7/8 in
2022
Sin título (indígenas bailarinas de estación de Transmilenio, Bogotá)
Acuarela sobre papel del siglo XIX
20 x 27 cm | 7 7/8 x 10 5/8 in
2022
Artista
Carlos Castro
Carlos Castro es un explorador e intérprete del anacronismo. Su trabajo se basa en la apropiación de imágenes históricas y la recontextualización formal y simbólica de objetos encontrados. A través de su obra, explora la identidad individual y colectiva, señalando puntos de vista y narrativas ignoradas en el relato histórico, mientras se nutre de imágenes y referencias del pasado a las que renuncia con ironía en el presente. Sus piezas cuestionan la narrativa hegemónica y sus referentes estéticos, así como quiénes han sido tradicionalmente representados y quiénes han quedado invisibilizados. Castro desafía lo conocido, rompiendo y reconfigurando el pasado para configurar asociaciones poéticas.
Una de las líneas recurrentes en la obra de Castro es la resignificación de imágenes provenientes del imaginario colectivo, lo que facilita su lectura y apreciación. Lo nacional, lo militar, lo monumental y la historia extraoficial son esenciales en su búsqueda. Castro explora el sarcasmo y la sátira presentes en el arte folclórico medieval, llevándolos a abordar los miedos, los castigos modernos y las historias que han forjado los mitos contemporáneos de una nación.
Carlos Castro se interesa por aprender sobre los procesos históricos y los eventos culturales que le han fascinado. Por ello, trabaja con imágenes y objetos que ya poseen una historia propia; los observa desde una perspectiva atemporal y los reconceptualiza para evidenciar cómo microhistorias contemporáneas pueden comunicarse y conectarse con la gran historia universal. Este método de exploración contextual le permite entender sus propias fuentes y su identidad, llevándolo a reflexionar sobre su vida.
“Encuentro un objeto contemporáneo y lo vinculo con algo del pasado. Un ejercicio que hace surgir una relación anacrónica que me parece interesante. Este objeto cuenta con una carga en sí mismo y permite que se empiecen a crear vínculos entre espacios, instituciones, contextos y distintas temporalidades.”