Algo muy característico en la obra de Rachel Valdés, es su voluntad a la hora de introducir al espectador como elemento fundamental de su obra. Brindar un lugar, una presencia y reconocimiento al receptor creando un diálogo entre el sujeto, el objeto y el entorno. Y será de nuevo este eje principal el que nos guíe por las obras de esta muestra titulada “Piscinas”, conformada por acuarelas en papel, dibujos digitales, fotografías y un sonido ambiente de aguacero que nos traslada a La Habana en los años 90.
En esta exposición, la artista nos invita a dialogar con paisajes modificados, monumentos al olvido llenos de patrones, reflejos, repeticiones, distorsiones de formas rectangulares con enormes profundidades, donde el punto de fuga creado de líneas rectas de extremo a extremo, se apodera como un imán de la vista del espectador. Estos paisajes modifican la percepción establecida de lo que creemos conocer, aportando concepciones iconológicas que conceden al primado absoluto la inmersión en una experiencia subjetiva.
Esta proyección del sujeto, del estado en que la forma sensible sobrepasa la capacidad de aprehensión de la imaginación, es hacia el que nos lleva Rachel con sus representaciones arquitectónicas: “Sublime es lo que (…) demuestra una facultad del espíritu que supera toda medida de los sentidos” (1). A esa visión sublime que experimenta un pequeño individuo en su niñez frente a las construcciones megalómanas y que la misma artista reconoce en su memoria cuando recuerda el centro deportivo donde dió sus primeras clases de natación.
Estas grandes construcciones despiertan la ideal del infinito y transfieren un estado de contemplación donde se disparan todos los sentidos distorsionando la realidad conocida. Nuevos puntos de vista sobre el espacio y el entorno que ayudan a cuestionar la existencia, la disyuntiva entre lo mental y lo físico, lo objetivo y lo subjetivo, el espacio que habitamos y nuestra relación como ser humano ante aquello que nos rodea. Y es que sólo existe una pequeña línea fronteriza entre mente y materia, sujeto y objeto. Cuando el sujeto y el objeto se desintegran para ser un solo elemento, la mente se torna consciente de sí mismo como materia dependiente a otra que se desintegra en una sola, cuestionando aspectos políticos y morales sobre el individuo y el entorno. Así lo describe la artista en su última entrevista:
- “Las piscinas, en tanto elementos casi urbanos, subyace en la intimidad de mis sueños paradójicamente. Se adscriben a mi espectro de obsesiones formales como las pirámides, las paredes, los laberintos, la arquitectura en general: componentes todos de mis recorridos por dentro y por fuera de mí misma.”
Estas obras misteriosas (como lo califica Nietzsche) es un viaje sin retorno a la unidad de Belleza Esencial que es tan inexistente como irrenunciable. Un interconexión armonizadora y utópica que el pensamiento toma prestado a la tradición neoplatónica. Una combinación del gozo y la melancolía. Como si volviéramos atrás treinta años y pudiéramos vivir el hedonismo de una época que ya pasó, un mundo utópico en una burbuja condicionada por un territorio que está aislado del mundo por su condición de isla.
Estos fragmentos de la isla, parecieran paisajes puros. Como el lugar de un espacio urbano vacío y una historia pura, pero sin embargo, el paisaje de la ciudad sólo puede darse allí donde esté su organización, termina donde se ha acabado, donde no se han ocupado de cuidarlo, donde una parte de su dominio cesa, donde deja formarse espacio sin poder o querer disponer de él.
- El país es, en cierto modo, el grado cero del paisaje, lo que precede a su artealización, tanto si ésta es directa (in situ) o indirecta (invisu)…es a los artistas a los que corresponde recordarnos esta verdad primera pero olvidada: que un país no es, sin más, un paisaje y que, entre el uno y el otro, está la elaboración del arte. (2)
Rachel Valdés nos muestra aquella ciudad que vivió, que experimentó y contempló durante su infancia. Todas sus dudas e incongruencias ante aquella construcción urbanística y al mismo, todo ese amor que originó con su poesía y belleza. “Lugares imaginados” (tanto en su sentido estético como del símbolo de un recuerdo) independientes de espacio y tiempo que se caracterizan por la inmortalidad de la memoria. El abismo, el vacío y la nada, nos plantean problemas de temporalidad entre un antes y un después modificado o no por el ser humano.
Estos conceptos que son recurrentes en la obra de Rachel Valdés, permiten diferenciar otros términos como la realidad y lo imaginario, entre lo posible y lo imposible, entre el aquí y el allá, entre el ahora y el mañana. Si bien estos conceptos han sido ubicados en el “más allá” desde el siglo XVIII, es en el Siglo XXI cuando hablamos de las experiencias sublimes aquí y ahora.
“Piscinas” nos plantea la relación conceptual del observador y el entorno, sobre el centro y la frontera, sobre lo que se ve y lo que se está viendo. Una ruptura del punto de vista a través de la obra de arte que consiste en un modo de ver, de enfrentarse a la obra planteada y cuestionarse aspectos del sujeto y el entorno. La experiencia entre sujeto y objeto (obra de arte) se colapsan a través de la conciencia. La distorsión del espacio y la extracción de funcionalidad genera un nuevo pensar del sitio a través de la cual también se vislumbra toda una serie de conflictos sociales y políticos de la Habana. Y aún muy lejos de querer mostrar una visión pesimista sobre una tierra en un tiempo determinado, se propone una dialéctica concreta entre las personas y la naturaleza con el artificio creado por el hombre. Y es que a través del arte se puede hacer algo útil para la sociedad. El artista puede crear un jardín, un lugar donde mirar atrás y materializar el sitio con el mismo tiempo, sólido. A través de la integración del sujeto como otro objeto, se relaciona la vida biológica como el objeto natural, llegando a contemplarse a sí mismo como una esencia temporal.
- “El artista auténtico no puede volver la espalda a las contradicciones que habitan nuestros paisajes” (3)
Sara G. Arjona. El paisaje puro de lugares imaginados
Notas al final
1 KANT, M. (1977). Crítica del juicio. Madrid: Espasa Calpe.
2 ROGER, Alain. Breve tratado del paisaje. Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.
3 Smithson, R. (1973). Frederick Law Olmsted and the Dialectical Landscape. Artforum II, 157 - 171