Sobre las teclas de una máquina de escribir transcribe a toda prisa un listado infinito de cifras y fórmulas de contabilidad que enredan su pensamiento. Los golpes de la máquina van al ritmo de la partitura escrita desde un torbellino de imágenes que traslada al papel dándole forma de sinfonía. Notas en dorado cual vellocino de oro que intentan la fuga pero que se deben ceñir al pentagrama, aun siendo dotadas de fórmulas difíciles de interpretar. Es la música escrita para un libro de contabilidad.
Trasladar el valor de las cosas, el valor de la compra y la venta, subyace en el origen de las piezas de esta exposición para después preguntarnos: ¿puede una obra de arte tener un valor? En el mercado está claro que sí, pero ¿y en la mente de un coleccionista, de un galerista, incluso de un artista?
Los coleccionistas se aproximan a la obra de arte generalmente y de forma prioritaria por pasión. ¿Se puede poner precio a este gesto? ¿Cuánto vale la pasión por una obra de arte? En muchos casos es una atracción “fatal” comparable a otras muchas, y tratar de poner valor a esto es complicado, pero Luisa Pastor lo intenta. Sus matemáticas, sus cuentas y estadísticas, el origen de sus obras en libros de contabilidad tratan de darnos luz sobre un tema difícil de catalogar. Unas piezas que se miran y te atrapan bajo fórmulas dotadas de tal poesía que resulta difícil llegar al inicio.
Como en la música, las matemáticas son fórmulas a las que podemos dotar de armonías, contrapuntos y líneas de fuga que nos conducen al corazón, a la psique más profunda donde la melodía nos transporta a un universo repleto de aura. Esta fórmula se observa en los estudios previos que la artista realiza para sus obras. No cabe duda de que su estética contiene una mística de la belleza. En sus obras dialogan el volumen, la luz, la materia y el movimiento, de dibujar en el espacio, de crear volumen a partir del vacío que sustenta el interior de la pieza, uniendo fragmentos que delimitan el mismo. Lleva hasta sus últimas consecuencias una concepción abstracta del espacio sin prescindir de cierta estilización formal y de ciertos efectos sensuales, incorporando sensaciones materiales táctiles.
La ciencia y la tecnología forman una alianza que, a través del lenguaje del arte, puede cambiar el mundo de manera transgresiva y creadora. Son, además, catalizadores del cambio social que comienza con un cambio en la narrativa. El valor del arte entra en este algoritmo de manera tangencial para posteriormente obviarlo por un valor que nos lleva a la pasión.
Como en el cuento de Alicia en el País de las maravillas, Luisa Pastor nos invita a observar un camino del que puede derivarse algo tan “cuadriculado” como un libro de contabilidad:
Alicia le preguntó al gato: ¿Podrías decirme por favor qué camino debo seguir para salir de aquí?
Esto depende en parte del sitio al que quieras llegar - le dijo el gato
No me importa mucho el sitio - dijo Alicia
Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes - dijo el gato
Sin duda el arte nos ayuda a estar conectados con el mundo y a comprenderlo mejor. El arte no se limita a lo que puedas ver, sino que te invita a tener más abiertos los sentidos. Los artistas nos ayudan a discernir y a probar con diferentes interpretaciones sin temor a equivocarnos.
Sugerir, imaginar, ensoñar y asentir es lo que se despega de esta exposición. Con estas obras escucharemos más y hablaremos menos.
Alicia Ventura
