Hechizo de Johan Samboni
Una cartografía visual desde la fisura
26 de junio 2025

Galería La Cometa presenta en Bogotá la más reciente exposición del artista caleño Johan Samboni, una muestra que articula pintura, instalación y archivo digital para construir un universo visual desde el margen.
Hechizo: la falla como forma
¿Qué propone Hechizo, la nueva exposición de Johan Samboni? Una estética que no disimula, sino que la convierte en sistema expresivo. A través de alteraciones visuales, materiales de autoconstrucción e intervenciones sobre superficies, el artista presenta una poética de la interferencia.
Inaugurada desde el 25 de abril y abierta hasta el 13 de junio de 2025 en la sede bogotana de Galería La Cometa, la muestra reúne más de 40 piezas —entre pinturas, ensamblajes y objetos encontrados— que conforman un paisaje vibrante de disrupciones. Un manifiesto visual en baja resolución, sin promesas de estabilidad, pero profundamente anclado en la verdad de lo vivido por el artista.
Un mundo en baja resolución
Johan Samboni (Cali, 1995) trabaja desde los márgenes, tanto geográficos como simbólicos. En sus cuadros, la imagen no se entrega del todo: aparece fragmentada, como una descarga fallida, un archivo corroído por el tiempo. La lógica del glitch art —el error como estética digital— se vuelve aquí una forma de narrar lo periférico desde sus propias condiciones materiales.
En Hechizo, Samboni no estetiza la carencia ni la denuncia: la encarna. Construye desde sus ritmos, sus tácticas de resistencia, su capacidad de reinvención. Muchas de las piezas están hechas con madera reciclada y pigmentos rudimentarios, configurando un lenguaje plástico cargado de memoria material.
Objetos como archivo y hechizo
En la serie Piratas, compuesta por 49 pinturas, Samboni reproduce carátulas de DVDs piratas. Sin embargo, la selección dista de ser aleatoria. Cada imagen alude a obras de videoarte de artistas caleños, videojuegos que marcaron un hito en la creación de metaficciones digitales, o películas dirigidas por cineastas de Cali. También hay referencias a narrativas que exploran los estereotipos sobre lo afro, lo indígena y lo popular.
En conjunto, estas obras trazan un mapa íntimo de influencias culturales, donde la música también tiene un papel central. Aquí, el “hechizo” no alude a lo mágico sino a lo residual: aquello que permanece pese al desgaste. Cada pieza funciona como un conjuro menor contra el olvido, una microficción visual hecha de los fragmentos que la historia oficial dejó atrás.
De la calle a la sala: una traducción sensorial
Uno de los grandes logros de Hechizo es su capacidad para convertir el ruido visual del barrio en una experiencia museográfica inmersiva. Este gesto no es solo estético, también es político. Samboni traslada al lenguaje del arte contemporáneo las lógicas de construcción popular, donde ensamblar con lo que hay es una forma de subsistir y narrar. En este sentido, su obra también opera como crítica a las dinámicas de mercado que rigen el circuito artístico.
La instalación Techo, pieza central de la muestra, establece un puente directo con la experiencia vital del artista en barrios como Aguablanca. Se trata de una gorra monumental, construida con latas de zinc recicladas, material característico de las viviendas autoconstruidas en los márgenes urbanos.
La superficie está intervenida con imágenes de personajes de Looney Tunes —Bugs Bunny, Piolín, el Pato Lucas, Silvestre, el Demonio de Tasmania y el Coyote— íconos globales de una infancia consumida en clave pirata.
Al ingresar bajo la estructura, el espectador es envuelto por una atmósfera sonora compuesta por salsa, reguetón y rap, géneros profundamente enraizados en el tejido cultural del barrio. La "cachucha" se convierte así en un dispositivo afectivo: un espacio donde se activa una narrativa no violenta, pero intensamente cargada de identidad y memoria popular.
Lenguajes que habitan lo fragmentario
Samboni establece un diálogo entre lo digital y lo matérico que desborda el concepto de “nuevo medio”. Cada pieza parece una imagen descargada con error, una señal interferida, un archivo roto. Este traspaso de la estética del glitch a lo manual desafía la jerarquía entre lo tecnológico y lo artesanal, proponiendo un lenguaje visual donde el defecto se vuelve sentido.
Cuerpos sociales sin narrativa heroica
En lugar de reproducir las narrativas violentas de videojuegos como Grand Theft Auto: San Andreas o Age of Empires, Samboni las hackea. A través de figuras borrosas, siluetas sin nombre, barrios innominados y personajes desplazados, el artista subvierte los estereotipos de poder, violencia y dominación cultural.
Su apuesta no es cerrar un relato, sino dejarlo filtrar. No impone una lectura, sugiere muchas. Así, Hechizo se convierte en una plataforma abierta, en una imagen que se rehúsa a ser domada.
Una clausura como conjuro colectivo
La exposición cerrará con una acción expandida: una audición musical de la instalación Techo junto al DJ Colmaje, que activará la muestra como archivo vivo. Más que una clausura, será una prolongación del hechizo: un gesto que devuelve la obra al lugar de donde vino —la calle—, pero resignificada desde lo colectivo.
Es en este punto donde la muestra alcanza su dimensión más política. Johan Samboni no solo crea imágenes, crea condiciones para que otras voces —emergentes, urgentes— puedan hacerse visibles.
Arte de Cali para el mundo
Hechizo es también reflejo de una trayectoria en plena consolidación. Desde espacios independientes en Cali hasta instituciones como el Museo La Tertulia, la Galería Santa Fe y el Museo de Arte Moderno de Medellín, Samboni ha tejido una obra coherente, crítica y poderosa.
La apuesta de Galería La Cometa por esta exposición confirma su compromiso con una escena artística que descentraliza, cuestiona y expande los márgenes del relato hegemónico.
En tiempos en los que el arte parece atrapado entre lo espectacular y lo decorativo, Johan Samboni propone otro camino: uno hecho de fragmentos, errores, materiales descartados y memorias subterráneas. Su obra nos recuerda que las imperfecciones pueden ser más honestas que la imagen perfecta, que el error guarda memoria, y que el arte —cuando se atreve a ser disonante— puede devolvernos la capacidad de mirar desde el otro lado de la acera.