Óscar Valero y Mercedes Lara dibujan los umbrales de lo invisible
Cuando la línea deja de ser contorno y se vuelve lenguaje
26 de junio 2025

La exposición Entrelíneas, inaugurada en la sede de Galería La Cometa Madrid, reúne las obras de los artistas españoles Óscar Valero y Mercedes Lara. A través del trazo como código, frontera, símbolo y materia, ambos exploran cómo lo invisible se manifiesta en el territorio visual.
¿Qué ocurre cuando el arte no representa, sino que revela? ¿Qué puede decir una línea cuando ya no delimita una forma sino que funda un lenguaje?
Entrelíneas, la exposición más reciente de Galería La Cometa Madrid, responde a esas preguntas no con certezas, sino con desplazamientos: con dibujos que huelen a música, con porcelanas que se mueven como hilos de pensamiento, con trazos que no pretenden representar el mundo sino tocarlo desde su silencio. La muestra reúne a dos artistas que, desde lenguajes formales distintos, comparten una preocupación común: la línea como umbral entre lo visible y lo invisible.
El gesto de trazar
Desde sus inicios en la filosofía griega, la línea fue concebida como una “longitud sin anchura”. Pero en Entrelíneas, la línea no es geometría: es cuerpo, vibración, código, cartografía. En el trabajo de Óscar Valero, arquitecto y artista visual nacido en Madrid en 1977, la línea se convierte en traducción de la armonía musical. En el de Mercedes Lara, artista originaria de Daimiel (La Mancha, 1973), es una experiencia sensible total, un territorio que se habita desde el borde.
Ambos convierten ese trazo en un lenguaje. Lo que para uno es partitura visual, para la otra es tejido de sombra. Lo que en Valero es orden abstracto, en Lara es materia viva. Dos caminos que parecen opuestos pero que se cruzan —precisamente— entre líneas.
Óscar Valero: dibujar lo que no se ve
Arquitecto de formación y compositor de imágenes, Valero ha dedicado gran parte de su obra a pensar cómo lo sonoro se puede traducir en espacio. En esta exposición, sus obras parten de una relectura visual del Preludio VIII en mi menor BWV 853 de J. S. Bach. A través de acuarelas sobre poliéster mate, dibujos con tinta dorada y lápiz sobre papel negro, y un video de 4 minutos titulado Prelude VIII, el artista convierte la partitura en un sistema gráfico, en una especie de retícula donde proporción, ritmo y melodía son decodificados visualmente.
Lo que sorprende no es solo el rigor del método, sino la sutileza de su lenguaje. Valero no ilustra la música: la interioriza. Cada línea, cada degradado, cada ritmo del trazo busca revelar la arquitectura invisible que habita la obra musical. Así, el espectador no solo ve una imagen: escucha con los ojos. La línea se convierte en puente entre los sentidos, en instrumento de percepción expandida.
Sus obras no son decorativas. Son diagramas de algo que ya no suena, pero vibra. En su serie Si Bemol, por ejemplo, colores como el azul de cobalto claro o el gris de Payne se organizan como escalas visuales que aluden a la armonía. Cada papel es una nota suspendida en el espacio. Cada pigmento, una pregunta sobre cómo capturar lo inmaterial.
Mercedes Lara: cartografías del tacto
Valero parte de lo intangible para materializarlo, Mercedes Lara hace el recorrido inverso: parte del cuerpo, del territorio, de la piel del mundo para hablar de lo que no se ve. Su obra, profundamente ligada a su biografía —creció entre telares, campos agrícolas y estaciones marcadas por la transformación—, busca representar el paso del tiempo y los ciclos naturales a través de materiales como porcelana, fieltro, hilos de algodón y concreto.
En sus piezas, la línea es transición y sutura. Las obras de la serie Línea de transmisión —porcelanas intervenidas con telares sobre bloques de concreto— revelan ese deseo de explorar los bordes, los márgenes donde el mundo se transforma. Las líneas que marcan las porcelanas remiten a las palmas de la mano o al oleaje del mar. Son señales, cicatrices, recuerdos táctiles.
Lara trabaja con la fragilidad como potencia. Su obra Madre, construida en fieltro e hilos de algodón, es una declaración de origen: el cuerpo como matriz, como telar que da forma a la experiencia. En otras piezas, como Línea horizontal o Estructura acordonada, el uso del pan de oro, la seda y el concreto genera una tensión entre lo suave y lo rígido, entre lo que acoge y lo que delimita.
Su línea no es abstracta. Es frontera, piel, atmósfera. Un lenguaje que no se lee, sino que se intuye.
Una exposición en estado liminal
El mérito curatorial de Entrelíneas no está sólo en reunir dos voces afines, sino en permitir que cada una respire con autonomía y al mismo tiempo dialogue desde las tensiones. El montaje, preciso y silencioso, no impone interpretaciones. Deja que las obras se deslicen como sus trazos: con ritmo, con pausa, con ambigüedad.
La muestra, abierta desde junio de 2025 en la sede de Galería La Cometa en Madrid, es también una reflexión sobre los propios límites del arte. ¿Hasta dónde puede llegar un trazo? ¿Puede una línea hablar de lo espiritual, lo político, lo afectivo? En este sentido, Entrelíneas se sitúa en el territorio de lo que Maurice Merleau-Ponty llamó “lo visible y lo invisible”: esa zona donde lo que no se ve sostiene lo que se muestra.
Del trazo al tiempo
Ambos artistas, desde sus recorridos distintos, nos hablan del tiempo como materia del arte. En Valero, es el tiempo musical convertido en imagen. En Lara, es el tiempo natural inscrito en la materia. En los dos, la línea no es velocidad, sino ritmo. No es límite, sino umbral.
Entrelíneas no propone una lectura cerrada. Ofrece una experiencia sensorial, filosófica y política sobre cómo habitamos el mundo desde la percepción. En un momento histórico saturado de imágenes veloces y mensajes inmediatos, esta exposición reivindica el arte como forma de atención, como ejercicio de escucha visual, como lugar para detenerse.
Lo que une no siempre se ve
A veces una línea separa. A veces une. A veces simplemente revela. Eso es lo que ocurre en Entrelíneas: cada trazo es un pasaje, cada obra una invitación a leer el mundo de otro modo. No desde el ruido, sino desde la pausa. No desde la representación, sino desde la presencia.
Óscar Valero y Mercedes Lara no ilustran conceptos: los encarnan. Hacen del arte un lugar donde lo invisible no es ausencia, sino posibilidad. Donde el vacío es vibración. Donde el borde no cierra, sino que abre.
Y todo eso ocurre entre líneas.