Juan Baraja
La fotografía de Juan Baraja funciona como un documento subjetivo e intimista que atestigua las ligeras transformaciones de lo cotidiano a través de la claridad y la calma. Interesado en la luz como problema estético, su trabajo fotográfico encuentra lo bello en la variedad, la pequeñez, la delicadeza y la claridad del color.
Tanto en sus retratos como en sus paisajes y en su fotografía arquitectónica, Baraja cumple con el propósito de “iluminar”, aportando verdad y conocimiento a través de la imagen y compartiendo algo “sincero, desnudo y rotundo”, como él mismo afirma. Sus fotografías se convierten en espacios metafísicos y expectantes, calmos y misteriosos, en los que la nostalgia reemplaza a la historia, tal como señala el curador Santiago Rueda.
Baraja se presenta como un artesano de la fotografía que regresa a las cámaras analógicas, con todos sus beneficios y complicaciones. Su mirada paciente, en la que la prolongación del tiempo dedicado a cada toma contrasta con el ritmo acelerado de la imagen en la contemporaneidad, evidencia un detenimiento consciente sobre las particularidades de la arquitectura y de la existencia humana, que no son evidentes para cualquier ojo.
“Había encontrado el formato perfecto, ni demasiado largo ni demasiado estático; el necesario para dedicarle a cada toma el tiempo suficiente, para ordenar y fijar el pensamiento dentro del cuadro sin reparar aún en la imagen. Esa oscuridad me aisló de cualquier estímulo a mi alrededor que no fuera la propia escena e hizo que todos los sentidos se concentraran en uno solo. Me convertí, de pronto, en un fotógrafo inmóvil, poco azaroso (nunca lo fui).”